A mi querida esposa Raimunda:
Me apena mucho escribirte esta carta, pero no tengo más remedio.
Dentro de unos instantes, seguramente dentro de unas horas, terminará todo.
Ni echas desánimo. Y no me parece tan terrible. Al fin y al cabo, es cosa de un momento y ya se habrán acabado para siempre todas las miserias y tristezas de esta tierra. Tú piensa que yo no he hecho sino dar mi vida por un ideal, como la han dado y la darán tantos otros.
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