La idea misma de hacer llegar a través de Ateneos Obreros, Casas del Pueblo, bibliotecas imposibles y universidadades populares la cultura, además de suponer uno de los principios republicanos menos discutidos, representó un gran paso para liberar de la ignorancia a quienes, el poder tradicional, había asignado el papel de víctimas y, de paso, para que el fascismo, irredento, se cebara sangriéntamente con quienes osaron promover la docencia y el libre pensar, fundamentado en el conocimiento, entre las trabajadoras y trabajadores de este país.
Las mujeres, en contra del análisis simplista acostumbrado, abrazaron y dieron forma como nadie a esta idea de progreso y humanismo, sirviendo de puente para enlazar todas las libertades.
Su esfuerzo, su ejemplo, avivó entre la gente más humilde su avidez por la lectura, por la formación intelectual, pero también atrajo la zarpa más afilada de sus enemigos.
Rosa San Segundo nos documenta a la perfección esta historia, "Mujeres bibliotecarias durante la la II República: de vanguardia intelectual a la depuración" que va acompañada, en la publicación de Participación Educativa, de otros excelentes trabajos en el mismo sentido: "de la educación popular al aprendizaje a lo largo de la vida"
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