miércoles, 29 de octubre de 2008

¿Por qué habla tan alto el español?


Este tono levantado del español es un defecto, viejo ya, de raza. Viejo e incurable, es una enfermedad crónica. Tenemos los Españoles la garganta destemplada y en carne viva. Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre, para siempre, porque tres veces, tres veces, tres veces tuvimos que desgañitarnos en la historia hasta desgarrarnos la laringe. La primera fue cuando descubrimos este Continente y fue necesario que gritásemos sin ninguna medida: ¡Tierra! ¡Tierra! Había que gritar esta palabra para que sonase más que el mar y llegase hasta los oídos de los hombres que se habían quedado en la otra orilla. Acabábamos de descubrir un mundo nuevo, un mundo de otras dimensiones, al que cinco siglos más tarde, en el gran naufragio de Europa, tenía que agarrarse la esperanza del hombre. ¡Había motivos para hablar alto! ¡Había motivos para gritar! La segunda fue cuando salió por el mundo, grotescamente Vestido con una lanza rota y con una visera de papel, aquel estrafalario fantasma de La Mancha, lanzando al viento desaforadamente esta palabra olvidada por los hombres: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!... ¡También había motivos para gritar! El otro grito es más reciente. Yo estuve en el coro. Aún tengo la voz parda de la ronquera. Fue el que dimos sobre la colina de Madrid, el año 1936, para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡Eh! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! El que dijo Tierra y el que dijo Justicia es el mismo español que gritaba hace seis años nada más, desde la colina de Madrid a los pastores: ¡Eh! ¡Que viene el lobo. Nadie le oyó. Nadie. Los viejos rabadanes del mundo que escriben la historia a su capricho, cerraron todos los postigos, se hicieron los sordos, se taparon los oídos con cemento y todavía ahora no hacen más que preguntar como los pedantes: ¿Pero por que habla tan alto el español? Sin embargo, el español no habla alto. Ya lo he dicho. Lo volveré a repetir: El español habla desde el nivel exacto del hombre, y el que piense que habla demasiado alto es porque escucha desde el fondo de un pozo.


viernes, 10 de octubre de 2008

Cárcel de Ventas. Presas de Franco


[...] Mujeres como Tomasa Cuevas, Manolita del Arco, Juana Doña, Nieves Torres, María Salvo, Trinidad Gallego, Soledad Real, Leonor Estévez, Mari Carmen Cuesta, Carlota O’Neill, Concha Carretero, Maruja Borrell, Matilde Landa, Ángeles García-Madrid, Josefina Amalia Villa y otras muchas mujeres forman parte de una generación -la de la II República y la Guerra Civil- cuya memoria e historia tan sólo de forma muy lenta comienza a ser conocida. Una primera generación de presas políticas del franquismo que forma parte misma del “sustrato democrático” de todas aquellas luchas, reivindicaciones y conflictos que durante el siglo XX en España pusieron entredicho, con más frecuencia e impacto del que se ha supuesto, el modelo de sociedad dominante.
Si hoy podemos hablar del «fracaso histórico del franquismo», no es ni por las “reconversiones democráticas” de ciertos “intelectuales” del franquismo, ni por las propias evoluciones internas de los clanes de poder de la dictadura, ni por olas democratizadoras a nivel internacional, como mantienen ciertas visiones elitistas del pasado y de la sociedad. Los verdaderos protagonistas que nos ayudan a explicar este fracaso son actualmente mucho menos conocidos, y sus nombres no suelen figurar en calles, plazas o parques. Nos referimos a la militancia antifranquista de base perseguidos por la dictadura y, muy en particular, a las presas políticas de las dos primeras décadas de vida del régimen. Mujeres jóvenes que, vinculadas a la política de la mano de las reformas republicanas, fueron castigadas por su osadía -la osadía de desafiar al fascismo, pero también a una sociedad patriarcal de raíces seculares- con largas penas de cárcel e incluso con la muerte
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[...] La exposición Presas de Franco se propone contribuir a visualizar la experiencia penitenciaria femenina de las primeras décadas de la dictadura franquista, a partir de un diálogo continuo entre memoria e historia, donde se conjuguen las imágenes y los documentos con el recuerdo y los testimonios de las mujeres encarceladas. Documentación y fotografías de variado origen, tanto de archivos personales como públicos, conviven con los recuerdos -grabados y transcritos- de las verdaderas protagonistas de la exposición. Al mismo tiempo, el recorrido por los diferentes ejes temáticos -los niños en prisión, el trabajo, la resistencia organizada- incluye el tratamiento individualizado de las cárceles más significativas -Ventas, Saturrarán, Palma, Les Corts- verdaderos universos particulares alojados dentro del más amplio de la represión femenina franquista. [...] (Leer más)
Vicerrectorado de Cultura. Universidad de Valencia


[...] La entrega de la villa a los sublevados se tradujo en un hacinamiento monstruoso por lo que se refiere a los lugares de reclusión. Ventas, concebida para albergar un máximo de 500 reclusas se vio desbordada por más de 3.500 ingresos, casi todos políticos, y eso que el franquismo siempre negó su existencia puesto que a los vencidos jamás se les aplicó ni los beneficios militares ni políticos, aunque siempre fueron distinguidos de los delincuentes comunes según la legislación franquista. Las mujeres recluidas en Ventas, prostitutas según la terminología de los vencedores, sufrirían en sus carnes la dureza de la represión del régimen. Desde las ejecuciones sumarias a las vejaciones más inhumanas pasando por las más terribles torturas, pues las mujeres sufrieron el triple estigma de su condición sexual, militante y opositora. Este aspecto delata directamente el alcance de la represión franquista: presas sin cargos, otras con acusaciones marcianas y otras por el mero hecho de ser parientes de militantes antifascistas. Si éstas eran las causas de ingreso no debe extrañar el trato y las condiciones higiénicas sufridas: 84 fusiladas documentadas, incluso algunas de ellas embarazadas -el autor asegura con razón que la cifra queda corta- y menores de 21 años -siete de las Trece Rosas-, 81 muertes por enfermedad, un suicidio (p. 226), ausencia de agua potable, partos sin asistencia médica, hasta 13 reclusas compartiendo celdas diseñadas para dos, mujeres abarrotando escaleras, pasillos, duchas; menores de edad mezcladas con ancianas, ratas por doquier, etc.[...]

Ricard Camil Torres Fabra

jueves, 9 de octubre de 2008

Para recordar memoria


Las canciones que acompañaron a los nuestros durante los duros años de la guerra, se silenciaron con la salvaje represión en la larga noche de la dictadura franquista aunque, junto al hogar, se siguieron tarareando y no dejaron de formar parte de sus vidas.

Fue en el exilio donde se cantaron abiertamente y como en este caso, incluso se dejaron grabadas para las futuras generaciones.

En estas canciones que nos ha hecho llegar Juana Mora, podemos escuchar a su madre, quien seguro no imaginó al grabar esa vieja cinta magnetofónica, que hoy podría servirnos para rescatar otra pequeña parte de la banda sonora de sus vidas.




Y a la entrada de Brihuega, lo primero que se ve
son a los carabineros de la 136,
son a los carabineros de la 136.
Si me quieres escribir ya sabes mi paradero,
si me quieres escribir ya sabes mi paradero,
frente de Guadalajara primera linea de fuego,
frente de Guadalajara primera linea de fuego.
Y el que quiera comer bien que vaya a Casa de Campo
de primer plato te dan, son granadas rompedoras
y el segundo la metralla para recordar memoria.
Y el segundo la metralla para recordar memoria.