jueves, 19 de junio de 2008

El soldado y su perro


"Un soldado muy jóven iba con un perro, le dijo a mi abuela que se había alistado con él y que lo acompañaba en las trincheras y cumplía guardias en el frente, conocía todos los uniformes y sabía quién era leal y quién era enemigo. Viendo que la guerra ya estaba perdida, cuando se iban de retirada le pidió a mi abuela que se quedara con el perro "para que al menos él sobreviviera". Mi abuela lo cuidó y al terminar la guerra empezó el hambre, los hombres de la casa presos y tres chicos pequeños que mantener, solo mi madre podía trabajar. Se iba a pié de pueblo en pueblo haciendo permanentes y cortes de pelo a cambio de comida, traía chorizo, pan, lentejas o lo que le dieran. El perro pronto se dió cuenta del hambre que pasaban todos y también se fué por su cuenta a través de pueblos y montañas a buscar comida, comía lo que encontraba y también robaba para traer a casa, a veces después de varios días llegaba con un gran pan en el hocico o con botes de aceite entre los dientes. Lo que nunca se le olvidó fué los uniformes enemigos, no podía ver a la Guardia Civil, se volvía loco y mi abuela tenía que esconderlo porque ya estaba amenazado, "un día le vamos a dar un tiro a ese perro" le decían.
Quizá un día vea una foto de un soldado con un perro, era algo peludo y de color claro, o sepa de algún chico que se alistó en el ejército con su perro, se llamaba Sultán, quizá alguien lo recuerde. Son tantas y tantas personas que no dejaron rastro y que solo existen estas anécdotas para saber que vivieron, lucharon y quizá murieron por un mundo mejor."


Enviado por JUANA MORA (Foto AGA)

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